Jesús se encontraba frente a Poncio
Pilato, el gobernador romano. Era costumbre cada año poner en libertad a un
preso que la gente quisiera.
Ese año había un preso de mala fama,
llamado Barrabás. Fue puesto junto a Jesús delante del gentío, y el gobernador
preguntó: “¿A cuál de estos dos quieren que les deje en libertad?
“A Barrabás”, contestó la multitud a
gritos.
“Entonces, ¿Qué hago con Jesús,
llamado el Mesías?”, preguntó Pilato.
“Crucifícalo”, le gritaron todos.
Jesús era muy querido cuando
realizaba sanidades en el pueblo. Sin embargo, cuando comenzó a hablarles de la
humildad y la necesidad de nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios, fue
rechazado por todos.
La gente decidió libertar y acoger a
Barrabás el delincuente, en lugar de aceptar a Jesús en sus vidas.
Es fácil juzgar a estas personas y
considerar su elección como absurda. Sin embargo, hoy en día hemos reemplazado
a Barrabás por todo aquello que es más emocionante para nosotros, condenando a
Jesús a la muerte del olvido.
Preferir a un delincuente en lugar de
Jesús, es tan igual como preferir lo secreto a lo que es luz, lo que nos hace
daño en lugar de lo que nos sana, lo que divide nuestro hogar en lugar de lo
que nos une.
Cada día nos toca elegir entre
Barrabás y Jesús. La mayoría nos empujará a elegir a Barrabás, porque Jesús nos
incomoda con sus palabras y es mejor mantenerlo en la cruz.
“Ay de los que llaman a lo malo bueno
y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que
tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo”.
ORACIÓN: Padre, mantennos atentos
para escoger cada día lo que a ti te complace, sabiendo que tu voluntad siempre
será para nosotros buena, agradable y perfecta. Amén.
PENSAMIENTO: La gente que escogió a
Barrabás, escogió la libertad de vivir sin Dios. La gente de hoy lo volvería a
escoger sin ninguna duda.
JAIME ECHEVARRÍA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario