lunes, 22 de marzo de 2021

SOLA Y DESAMPARADA

“Cuando Jesús llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores”.                                                                                                                                            Lucas 7:12-13

El sistema de valores de este mundo destaca mucho a la mujer joven. Su lozanía, vigor y brillo pareciera que le abren camino por donde quiera que va. Pero ¿qué sucede cuando cruza el límite de la juventud y llega a la orilla donde están los que antes no comprendía?

Jesús se encontraba en Capernaúm, una ciudad altamente comercial. Súbitamente decidió viajar 50 kilómetros durante toda la noche para llegar a Naín, una aldea agrícola, pequeña y pobre. Allí se encuentra con un cortejo fúnebre. Gran cantidad de personas acompañaban a una viuda, que había perdido a su único hijo.

Jesús había percibido el dolor de esta mujer y fue movido a misericordia. Sabía que su hijo muerto era el único sustento  y compañía para ella, y que le vendrían años interminables de aflicción y soledad.

Toda mujer madura puede percibir los cambios hormonales y físicos que vienen con el paso de los años. El metabolismo ya no es el mismo y suelen ocurrir momentos de una alta sensibilidad a nivel emocional.                                                                          Si a todo esto se le añade la perdida de sus seres queridos y la sensación de incertidumbre, los resultados pueden ser altamente peligrosos.

Esta es la razón por la cual Jesús viajó toda la noche. Tenía que devolverle la vida, no solo al hijo, sino a esta mujer.                                                                                        Y acercándose la consoló, tocó el féretro y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.

Jesús fue muy sensible al cuidado y atención de la mujer madura. Aun agonizando en la cruz, le encargó a su discípulo amado que viera por su propia madre. Podemos seguir su ejemplo, y dar nuestro tiempo a aquellas preciosas damas que lo dieron todo sin esperar nada a cambio.

ORACIÓN: Padre, ayúdame a ser sensible a la nostalgia y soledad de la mujer madura. Permíteme brindar consuelo, compañía y ayuda tangible en tu nombre. Amén.

PENSAMIENTO: Todos llegaremos a aquellos años dorados, donde necesitaremos la asistencia y protección de los demás. Seamos empáticos desde ahora, pues ya vamos en camino.

JAIME ECHEVARRÍA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario