“Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué
mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo
Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó
las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este
justo; allá ustedes”. Mateo
27:23-24
La pasión y muerte de Jesús es el
acto de injusticia más grande en la historia de la humanidad. Los testigos
falsos, el arresto a escondidas, el juicio sumario, y la ejecución
inmisericorde, son los elementos que han llevado a los estudiosos a declarar el
hecho como ilegal, aun en su época.
Pero si nos quedásemos solo con esta
visión, pensaríamos que Dios perdió el control de la situación, y que fue la
maldad la que venció a la justicia.
Jesús puso en claro su maravilloso
plan de salvación cuando afirmó: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi
vida, para volverla a tomar. Nadie me la
quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo
poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
De tal modo que esta manifiesta
injusticia de los hombres, aun así, sirvió para cumplir los propósitos eternos
de Dios. El acto más ilegal de la humanidad permitió mostrar el acto más
grandioso del amor de Dios por nosotros.
ORACIÓN: Padre, gracias porque usaste
aun el mal obrar de los hombres para cumplir tus propósitos eternos de
salvación. Te adoramos por tu insondable sabiduría. Amén.
PENSAMIENTO: Nadie lo mató. Él puso
su vida por nosotros, y la volvió a tomar.
JAIME ECHEVARRÍA
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