“Entonces María tomó una libra de
perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó
con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume”. Juan 12:3
María, natural de Betania, es una
mujer doblemente conocida. Aquí la vemos derramando un perfume de altísimo
valor sobre los pies de Jesús; y no contenta con esto, decide secarlos con sus
propios cabellos.
Un tiempo atrás, ya había recibido la
visita de Jesús en su propia casa. Ella, a diferencia de su hermana Martha,
decidió dejar todos sus quehaceres para sentarse a los pies del Salvador y
escuchar sus palabras de vida eterna.
Allí Jesús destacó su actitud y dijo
de ella: “Sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la
cual no le será quitada”.
Ambas historias, colocadas en su
orden cronológico, nos ayudan a entender que María no tuvo un arranque de
misticismo emocional al derramar el perfume valioso sobre los pies de Jesús.
Primero le conoció, escuchó sus
palabras, abrazó su mensaje haciéndolo suyo, y luego estuvo lista para adorar.
Llegado el día, le adoró trayendo su vida y lo más preciado que tenía.
Finalmente se humilló, secando los pies del Salvador con sus propios cabellos.
Este es el debido orden para adorar.
Cualquier otro atajo será solo burda imitación, metal que resuena, o címbalo
que retiñe.
ORACIÓN: Padre, permítenos conocerte cada
día más. Que tu Palabra halle morada profunda en nuestras vidas, para así
traerte perfume agradable a tus pies en adoración. Amén.
PENSAMIENTO: Primero le conozco,
escucho sus palabras, abrazo su mensaje, y luego estoy listo para adorarle.
JAIME ECHEVARRÍA
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