viernes, 12 de marzo de 2021

LAS SAMARITANAS DE HOY

 "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí"

Juan 4.9

Ser mujer y ser samaritana era como ponerse una cruz diaria donde ser lapidada por los prejuicios despiadados de la época. Por supuesto, era toda una deshonra sentarse con aquella mujer mas no para el Señor. Su largo historial de afectos y desencuentros sumaba ya cinco maridos y con uno vigente que no era tampoco nada suyo. La samaritana no tenía tik tok pero sí tenía vanidad, pompa. Ella sumaba pretendientes mientras restaba felicidad a su propio corazón siempre del lado equivocado. La historia bíblica cuenta que la mujer iba al pozo todos los días, a una hora solitaria evitando las miradas y el menosprecio. Igualmente, su desprecio no sólo provenía de los judíos sino también de sus paisanos. Tenía mala fama como persona, y para ajustar más la soga al cuello, era mujer. Pero como siempre y tantas veces, ante vidas miserables que no tienen salida ni solución, Dios salió a su encuentro.

No fue casualidad que Jesús se presentara a esa hora desértica, tampoco quería exponerla. La vida de la samaritana era un caso serio, crónico y demandaba toda su atención. Y así lo hizo. Empezó rompiendo prejuicios solo con un pedido muy sencillo: "Dame de beber". La respuesta de la mujer fue inmediata: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí" (Juan 4.9). El hecho de sentarse junto al pozo de Jacob y hablarle, le estaba diciendo a aquella mujer que el hombre construye murallas, Dios puentes. El Señor le hace saber que la solución a su vida no está en conocer a muchos hombres, sino en conocer a Un Hombre, al Hombre por Excelencia que era Él: "Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva" (Juan 4.10).

Para que la amistad entre dos personas funcione tiene que haber intercambios y eso inicia con la conversación. La mujer feminista no quiere eso, lo quiere todo. Y si no se lo dan, lo rompe todo. El estímulo de su falsa lucha es el siguiente: ella por ser mujer lo merece todo, y el Estado a quien considera su dios se lo debe dar. Sin embargo, aquel histórico día, estaban conversando un hombre y una mujer para solucionar el problema de ella, el problema de una mujer. Dios quería a través de Jesús ser su Amigo. Entonces sucedió lo que hace que las vidas cambien cuando están de pie ante Dios: la samaritana sin careta alguna le muestra lo que ella es, ya no habla la mujer carnal sino el alma que agoniza: "Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed" (Juan 4.10). Habló su necesidad, pero Jesús sabía que había más en lo profundo de su ser. "Ve, llama a tu marido, y ven acá" (Juan 4.16). Lo penoso era que había muchos hombres en su vida y ninguno de ellos para presentárselo al Señor.

La confesión entre amigos o alguien que se muestra como amigo es eso, un intercambio: ella le habló de todos los hombres de su vida a cambio de conocer al Hombre que cambiaría su vida. Ella le daría agua que sacia temporalmente a cambio de agua que sacia eternamente. Ella entregaría su debilidad a cambio de la fortaleza del Señor. Ella le ofrecería su vida vacía y triste a cambio de una vida llena y abundante. Que duda cabe, estaba cansada, la samaritana no quería más el instante de un placer sino lo constante de un propósito, porque seamos honestos, nadie en su sano juicio desea lo efímero o pasajero luego de conocer a Quien te puede dar lo eterno y verdadero. Ojalá las samaritanas de hoy lo entendieran. Y si las feministas en lugar de reclamarle al Estado fueran a Dios en busca de ayuda, nuestras ciudades descansarían de sus destrozos pero sobre todo, sus corazones encontrarían el sentido y la plenitud de lo que realmente a los ojos del Creador (el mismo que rompe los prejuicios sociales de todos los tiempos) es una mujer.

ORACIÓN: Señor, guía nuestras vidas para entender que los prejuicios son las inseguridades de los hombre pero que tu amor los destruye.

PENSAMIENTO: Si las feministas en lugar de reclamarle al Estado fueran a Dios en busca de ayuda, otras fueran sus historias.

ZETTA OK

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